Del altar a la ciencia: ¿los alimentos ofrecidos en el Día de los Muertos realmente pierden su sabor?
Según la creencia popular, los alimentos ofrendados a los difuntos el 2 de noviembre se vuelven sosos e insípidos al día siguiente. ¿Mito o realidad?
En México y en varios países de Centroamérica, perdura una creencia popular que sugiere que la comida ofrecida durante el Día de Muertos pierde su sabor. Esta afirmación se arraiga en la idea de que las almas de los difuntos regresan a visitar a sus seres queridos durante estas festividades y se alimentan del aroma y la esencia de los platillos que se les ofrendan.
Según esta creencia, las ánimas de los difuntos no pueden comer ni beber de manera física, ya que no tienen cuerpo. Sin embargo, sí pueden percibir el aroma y el sabor. Por eso, los platos que se dejan a los difuntos suelen ser alimentos típicos de la región, y que son especialmente apreciados por los fallecidos.
Cuando las ánimas de los difuntos se alimentan de las ofrendas y se llevan consigo su sabor y su esencia, dejan los platos insípidos o sin sabor. Pero, ¿qué nos puede decir la ciencia sobre este mito tan arraigado?
Alimentarse de la energía vital de los alimentos
Un aspecto fundamental de este proceso es que las almas se llevan consigo el aroma de los alimentos. Esta fragancia es esencial en la experiencia culinaria, y aunque la comida permanezca físicamente intacta, la falta de olor es lo que hace que los platillos ofrendados parezcan haber perdido su sabor.
Gracias a investigaciones realizadas por científicos, hemos podido comprender las razones detrás de la pérdida de sabor en los alimentos colocados en las ofrendas. Una de las investigadoras que ha explorado este tema es Catherine Good, autora del libro "El trabajo de los muertos en la Sierra de Guerrero."
De acuerdo con la revista "Muy Interesante", la pérdida de sabor en los alimentos que han estado expuestos a la intemperie durante algunos días puede estar relacionada con varios factores científicos. Algunos de estos factores podrían ser:
Oxidación:
La exposición al oxígeno del aire puede causar la oxidación de los compuestos orgánicos presentes en los alimentos. Esto afecta los sabores y aromas de los alimentos, ya que los radicales libres formados durante la oxidación reaccionan con compuestos aromáticos y volátiles, alterando su estructura química y, por lo tanto, su sabor.
Descomposición microbiana:
Los microorganismos, como bacterias y levaduras, pueden proliferar en los alimentos cuando se exponen a la intemperie. Estos microorganismos generan subproductos metabólicos que impactan el sabor de los alimentos, a veces generando sabores desagradables o ácidos.
Pérdida de humedad:
La pérdida de agua de los alimentos, ya sea por evaporación o por la acción de microorganismos, puede concentrar los sabores y hacer que los alimentos se vuelvan más secos y menos sabrosos.
Fotodegradación:
Algunos alimentos, especialmente aquellos ricos en grasas y aceites, son sensibles a la luz solar y experimentan cambios en su composición química debido a la fotodegradación. Esto puede afectar su sabor y aroma.
Cambios en la temperatura:
La variación de la temperatura a la que se exponen los alimentos en la intemperie también puede influir en la pérdida de sabor. Las fluctuaciones de temperatura aceleran reacciones químicas que alteran los compuestos aromáticos y volátiles.
Reacciones químicas:
Los alimentos contienen una amplia gama de compuestos químicos que interactúan entre sí. La exposición a la intemperie puede desencadenar reacciones químicas que modifican la composición de los alimentos y su sabor.
El Día de los Muertos es una fecha de profundo significado en México y en muchas otras culturas de Centroamérica. Es una celebración en la que se rinde homenaje a los seres queridos que han partido, y se crea un puente entre el mundo de los vivos y el de los difuntos.
A pesar de las creencias arraigadas en torno a la pérdida de sabor en los alimentos ofrendados, la esencia de esta festividad radica en la conexión emocional que se establece entre las generaciones presentes y pasadas. Nos recuerdan que la memoria y el cariño por aquellos que han fallecido perduran a través de los años, un lazo indestructible que trasciende la mesa y los sabores, y que se manifiesta en el corazón y el espíritu de quienes celebran esta festividad única.