Descubre los orígenes de los términos de climatología y meteorología: algunas curiosidades y confusiones habituales
El origen etimológico de los términos clima y meteorología nos lleva hasta la Grecia clásica y encierra algunas curiosidades. En la actualidad muchas personas siguen confundiendo ambos términos.
Del tiempo y el clima se pueden contar muchas cosas. Hay miles de artículos y libros dedicados a cada uno de esos vastos conceptos. La frontera entre ambos es difusa, lo que hace que ambos se confundan e intercambien de manera reiterada.
Es un fallo muy común, particularmente acusado en los países de América Latina. Allí, “tiempo” y “clima” se utilizan como sinónimos, hasta el punto de que los bloques de información meteorológica de algunas cadenas de televisión se anuncian como los espacios del clima.
En este pequeño artículo pondremos nuestro foco de atención en el origen etimológico de las palabras “clima” y “meteorología” (la ciencia del tiempo), lo que desvelará algunos hechos no muy conocidos, pero curiosos e interesantes. Como suele ocurrir con la mayoría de las palabras que usamos en español, su origen nos lleva al mundo clásico; al latín y al griego.
La inclinación nos lleva al clima
El término “clima” (climate en inglés) viene del latín climatis, cuya raíz proviene del griego κλίμα (klima). Aquí podríamos quedarnos, pero avancemos un poco más. Κλίμα tiene su origen en la raíz indoeuropea klei, que toma el significado de inclinación, pendiente o subida. De ahí surge también el término kline, del que deriva la palabra “clina” (con ene), usada en biología evolutiva.
En palabras de Juan Ignacio Pérez Iglesias: “Expresa la variación gradual de un rasgo. La palabra fue idea de Julian Huxley, quien la usó para referirse a la variación gradual, a lo largo de un espacio geográfico, de rasgos fenotípicos dentro de una misma especie.” La cita está sacada de una entrada en el Cuaderno de Cultura Científica dedicada al libro “Diccionario del asombro” (Crítica, 2023), de Antonio Martínez Ron, en el que bucea en los orígenes de muchas palabras del lenguaje científico.
La similitud de las palabras inglesas lean (inclinación) y learn (aprender) hizo que Huxley diera a “clina” un sentido de aprendizaje. Acuñó el término en 1938 “Clima” (con eme), sin embargo, tiene una vinculación directa con la inclinación.
En la Grecia clásica, los climas terrestres se identificaban con regiones que formaban distintas bandas paralelas al ecuador. Cada clima venía dictado por el ángulo que forman los rayos de sol con el horizonte, lo que determina distintas cantidades de radiación solar por unidad de superficie, en función de la latitud geográfica.
La meteorología está en el aire
Al igual que ocurre con la confusión entre tiempo y clima, es bastante común expresar “metereología” en lugar de meteorología. El error se extiende a otras palabras de la misma familia, como meteorólogo (“metereólogo”) y meteorológico (“metereológico”).
Para subsanar el lapsus linguae, basta con recordar que la meteorología es la ciencia que estudia los meteoros (no los metereos). Este término tiene origen griego (μετέωρος) y toma el significado “que está en el aire”.
El plural, meteora (μετέωρα), alude a los fenómenos celestes y nos traslada a unos conocidos monasterios de nombre homónimo, que se localizan en la región de Tesalia, en el norte de Grecia. Construidos a partir del siglo XIV por unos monjes que hasta ese momento vivían en unas cuevas situadas en la zona, su singularidad son los lugares elevados donde están enclavados, y a los que deben su nombre, que –como hemos señalado– significa que están suspendidos en el aire.
En la Antigua Grecia el término “meteoros” tenía un sentido más amplio que el actual, ya que describía cualquier fenómeno celeste, fuera o no de naturaleza atmosférica. Aunque la palabra “meteorología” se atribuye a Aristóteles (384–322 a. C.) –derivada del título de su conocido tratado Meteorologica (Los meteorológicos)–, fue empleada con anterioridad por Diógenes de Apolonia (450-399 a. C.). La popularización del término se produjo a raíz del tratado aristotélico, escrito por el sabio de Estagira hacia el año 340 a. C.