Preocupación global por el veloz crecimiento del “Portal al inframundo” en Siberia
Como un signo de los tiempos y a un inquietante ritmo de un millón de metros cúbicos por año, crece esta depresión en el permafrost del noroeste ruso.
El calentamiento global provocado por el hombre es el origen del actual cambio en el clima terrestre. Si bien muchas veces se los menciona como sinónimos, no lo son, ya que uno es causa y el otro consecuencia.
Los riesgos que genera este cambio climático antropogénico, llamado así para diferenciarlo de cualquier otro cambio en el clima ocurrido de forma natural en los 4.500 millones de años de nuestro planeta, son variados y muchas veces están vinculados en forma directa o indirecta con muchos “efectos secundarios” no tan conocidos por la mayoría de la gente.
Los datos de temperatura registrados durante las últimas décadas confirman que el Ártico se está calentando a un ritmo mucho mayor de lo que se pensaba, respecto del resto del planeta. Hasta cuatro veces más rápido, según investigadores del Instituto Meteorológico de Finlandia.
Una bomba de tiempo
El acelerado calentamiento del Ártico no sólo está teniendo un impacto directo sobre la biodiversidad y la población de la región, con -por ejemplo- un aumento notorio en la cantidad de incendios forestales, sino que también afecta a personas y especies mucho más allá del Círculo Polar Ártico.
Este proceso de calentamiento forma parte de un loop de retroalimentación que hace que a medida que se derrite el hielo marino (que refleja la energía del Sol), deja expuestas aguas más oscuras (que absorben una mayor cantidad de energía del Sol), lo que acelera aún más el deshielo.
Eso no es todo. El aumento de las temperaturas en la región está descongelando el suelo congelado conocido como permafrost. Y eso desencadena otros efectos colaterales: al descongelarse el permafrost, pierde consistencia y se derrumba, arrastrando cualquier infraestructura sobre él; crece la vegetación que impide que el frío penetre en el suelo y potencia el calentamiento.
Pero el principal daño colateral de este calentamiento y que puede afectar a todo el planeta, es que bajo el permafrost del Ártico hay un mar de metano, un gas de efecto invernadero 30 veces más potente que el dióxido de carbono (CO2). Sí… una bomba de tiempo.
Portal al inframundo
Un reciente estudio realizado por un equipo internacional de investigadores liderado por científicos de la Universidad Estatal Lomonosov de Rusia, y el Instituto Alfred Wegener de Alemania, ha arrojado datos concluyentes sobre un crecimiento constante de la megadepresión Batagay, un gigantesco cráter ubicado en el norte de Yakutia, en Rusia, en la región de Siberia oriental.
Este cráter de 990 metros de ancho localizado en el permafrost ruso y conocido como la “puerta de entrada al inframundo”, está creciendo activamente a un ritmo cercano al millón de metros cúbicos por año, como otro indicador de que el derretimiento de los suelos helados se continúa intensificando y acelerando.
Esto es un signo de los tiempos marcados por la crisis climática. Los investigadores concluyen que la cantidad de hielo y sedimento perdido por la formación del cráter Batagay es excepcionalmente elevada, y equivale a más de 14 veces el volumen de las Grandes Pirámides de Giza.
Los investigadores concluyen que este proceso conducirá a alteraciones significativas en el hábitat de los ríos cercanos, además de que la expansión acelerada del cráter también podría aumentar las emisiones de gases de efecto invernadero, ya que se liberarán sedimentos y nutrientes previamente congelado por alrededor de 650.000 años, generando así un loop de retroalimentación, un bucle vicioso ya que ha sido el cambio climático lo que ha causado el cráter.
Referencia de la noticia:
Alexander I. Kizyakov, et.al., Characterizing Batagay megaslump topography dynamics and matter fluxes at high spatial resolution using a multidisciplinary approach of permafrost field observations, remote sensing and 3D geological modeling, Geomorphology, Volume 455, 2024, 109183, ISSN 0169-555X, https://doi.org/10.1016/j.geomorph.2024.109183.